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Problemas que trata de resolver la economía

En este apartado se revisan dos escuelas del pensamiento económico que abordan la participación del
Estado de manera opuesta. La primera señala la importancia del Estado para alcanzar el desarrollo
económico sostenible. La segunda, por el contrario, induce a que el Estado tiene que permanecer como espectador en relación al ámbito económico. En realidad, este debate aún sigue en pie en la época moderna, claro, con otros matices. Por esa razón es importante entender los elementos históricos del pensamiento económico para proponer elementos de mejora en la actualidad.

La pérdida de riqueza del Estado 

Los mercantilistas –quienes fundaron una corriente de pensamiento que se desarrolló a lo largo del siglo XVIII– centraron su atención en el comercio internacional, particularmente en la preocupación de no caer en déficit comercial, el cual se refiere a la diferencia negativa entre ingresos (exportaciones) y egresos (importaciones) de un país. En este caso los egresos eran mayores lo cual implicó la pérdida de riqueza del Estado.

Los mercantilistas abogaban por un intervencionismo estatal en la economía, a fin de que se garantizase el logro de una balanza comercial positiva (registro de importaciones y exportaciones de un país), en la cual existieran más exportaciones que importaciones.

Un superávit comercial, es decir, la diferencia negativa entre ingresos (exportaciones) y egresos
(importaciones) de un país, implicaba la entrada de metales preciosos, lo que permitiría al Estado poseer más recursos para mantener un ejército grande y poderoso. Los pensadores económicos mercantilistas pensaban que la mera acumulación de metales preciosos constituía una expresión de la riqueza nacional.

Asimismo, estaban a favor de que el Estado colocara todo tipo de restricciones al comercio internacional para evitar la salida de metales preciosos del país, tales como la imposición de restricciones (prohibiciones), aranceles a las importaciones, así como la concesión de monopolios.






La premisa detrás de su razonamiento es que el libre comercio es un juego de suma cero, en donde lo
que un país gana, el otro lo pierde. Lo cual es correcto en un mundo estático, sin desarrollo; pero falso en un escenario con crecimiento.

Aunque, los mercantilistas no constituyeron un cuerpo teórico coherente, sí estuvieron de acuerdo en
dos ideas principales: 1) mantener el superávit comercial y 2) una política estatal proteccionista por parte del Estado.


El intervencionismo estatal

A diferencia de los mercantilistas, los fisiócratas señalaban que el origen de la riqueza no se centraba en el comercio internacional sino en la agricultura.

 El máximo exponente de esta doctrina fue el médico francés François Quesnay (1694-1774), quien con su obra Tableau économique representó el circuito del flujo de riqueza, donde pretende demostrar la génesis del llamado “producto neto” o excedente (riqueza producida que excede a la consumida en el proceso productivo). En concreto, indica que las industrias de producción de materia prima son las que podrían robustecer el bienestar (Blavia, 1992:85).

François Quesnay después de leer la obra de Victor Riqueti, El amigo de los hombres (1755), y después de tener un encuentro con este autor se fundó la escuela economista o fisiocrática.

Esta doctrina, surgida en Francia, postula la idea de que existe un orden natural de las cosas y que, por lo tanto, no es necesario imponer un orden artificial por parte del Estado. En este sentido, esta doctrina es una reacción al excesivo intervencionismo estatal proclamado por los mercantilistas: “Laissez-faire, laissez-passer, le monde va de lui-même, que traducido al español significa ‘Dejar hacer, dejar pasar, el mundo camina solo’, es un lema que proclama la no intervención estatal en la economía, pues éste está sujeto a la creencia de un orden natural” (Blavia, 1992:86).

Bajo esta doctrina, la agricultura era la única actividad económica generadora de riqueza, pues la
industria sólo transformaba el producto de la tierra, mientras que el comercio internacional únicamente lo cambiaba de lugar. En este sentido, consideraban al comercio exterior un mal necesario, pues debía llevarse a cabo para procurar bienes a fin de satisfacer necesidades que no eran provistas en forma adecuada en el interior, pero de ningún modo como un medio para lograr el enriquecimiento del país.